domingo, 19 de agosto de 2007

12-08-07: Sin pasta... (3ª parte)

Después de mandar muy lejos al tercer cajero del día, tome de vuelta el camino a Fantoft, no sin antes cruzarme a una nativa paseando al perro en los aparcamientos del Rema 1000.

Me quede mirando al perro mientras caminaba hasta la salida y la dueña me dijo algo en noruego. Cuando le respondí en inglés que yo no era de aquí hizo un gesto de “no pasa nada” y siguió adelante, por lo que me quede pensando que me habían dicho la primera bordería en noruego de mi vida y no la había pillado.

Tengo que intentar que no me vuelva a pasar o decir “tu padre, por si acaso” la próxima vez.

El caso es que volvía a estar sin dinero, y si en algún momento de la tarde había planeado cenar algo fuera como habría hecho en Londres en su momento, me podía ir olvidando.

Vistazo rápido al reloj (del móvil). Eran casi las 8.

Recapitulando un poco, mi memoria consiguió recordar que la bienvenida a los nuevos estudiantes terminaba a las 9, así que todavía tenía una leve esperanza de llegar a tiempo y aprovisionarme de galletas y demás cositas no aptas para componer una cena sana y equilibrada.

Esta vez el camino de vuelta fue mucho mas rápido y cómodo, ya que al salir para la segunda exploración había jubilado las botas y me había puesto las zapatillas de deporte (unas Mizuno pensadas para correr) y una chaqueta-sudadera con capucha que compre en Candem Town (Londres) imitación de las de Lonsdale (esta pone London). Hacia buen tiempo y no tenia pinta de llover.

En cuanto llegue a Fantoft me felicite a mi mismo, solo eran las 9 menos 20. Volví a recepción y milagrosamente no tuve ningún problema en encontrar al grupito de chicas con camisetas amarillas. Algunas ya estaban recogiendo para irse, pero la chica asiática con la que hable antes seguía allí y aun tenia algunas galletas, chilenos, un racimo de mini-uvas negras, unos pocos caramelos blandos como los Sugus de toda la vida y poco mas.

Salude a la muchacha y le comente mi ultimo tropiezo con la moneda noruega, intentando enfatizar la parte de “ahora no puedo cenar” con claras y hambrientas intenciones, gracias a lo cual conseguí activar el gen de la amabilidad presente en todos los noruegos que hace que te den comida gratis. Es decir, me dio las sobras de la bienvenida que estaba a punto de tirar, no muy abundantes que digamos, pero bastante como para salir adelante una noche.

Con eso y mi súper-botellín de agua, ya tenia la supervivencia asegurada al menos un día mas.

Todo habría acabado allí y yo habría ido directo a mi cuarto con una sonrisa en la boca y golosinas para desayunar, pero el destino y mi curiosidad quisieron que me fijara en lo ultimo que esperaba encontrar en una residencia de estudiantes en un país extranjero, o por lo menos que no esperaba encontrar tan pronto: gente jugando a las cartas.

No hay comentarios: