jueves, 16 de agosto de 2007

11-08-07: Vuelo Málaga - Oslo

El sábado a las 7 y media o un poco más salgo de mi casa rumbo a Málaga.


Hay que notar que mas o menos empecé a hacer la maleta a las 12 y media de la noche, que me acosté a las 3 o así en el sofá (si, el sofá) y me levante a las 5 y media.

Todo esto por una serie de razones que podemos listar:

1) resfriado y agotamiento general todo el viernes que lleva a siestón obligado;

2) visita de medio mundo a la casa el día en el que debería estar con la maleta medio hecha (realmente sin empezar) con cena hasta tarde incluida;

3) la mitad de las cosas que necesito meter en la maleta están en las habitaciones de los miembros de mi familia que gustan de dormir por la noche (léase TODOS) o en algún lugar que por A o por B solo ellos conocen y no pueden revelar mientras duermen, por lo que aparte de tirarte un buen rato explorando la casa en busca de cositas (que no encuentras), toca levantarse a una hora lo bastante próxima a la hora de salida y lo bastante alejada de la hora de acostarse como para que tu madre no decida matarte cuando la despiertes para preguntarle donde rábanos están las sabanas que tienes que poner en tu cama en Noruega;

4) mi hermano esta entrenándose para dormir en un horno industrial, o al menos esa es la impresión que me da a mi.


Total, una vez que me he quedado a gusto de tanto quejarme, el viaje a Málaga.

Casi no me entere del mismo. Tenia tanto sueño que me pase la mitad de las 3 horas de viaje dando cabezazos. Dormir era imposible ya que delante mía había conversación, pero al menos de tener los ojos cerrados se te va el picor mortal durante un rato.

Una vez en el aeropuerto, gracias a dios mi padre sabía que se iba a encontrar atascos por obras y se las apaño bastante bien. Tuvimos nuestro rato de conversación profunda y anécdotas internacionales después de facturar las maletas, aunque no creo que llegáramos a convencer a mi madre para que saliera del país alguna que otra vez.

El tiempo pasó rápidamente y toco ir a la puerta de embarque. Si tuviera que considerar este momento como el comienzo del viaje a Noruega, diría que fue un gran comienzo, quiero decir, no había visto tanta rubia natural junta en toda mi vida. Todas feísimas, por supuesto… en concreto había una que si me dicen que es una playmate de esas me lo habría creído automáticamente porque estaba… ejem. Fue un buen comienzo.

Misteriosamente, cuando subí al avión todo lo que vi fueron viejecitos/as y matrimonios con hijos. Con MUCHOS hijos. Y ninguno por encima de los 5 años. Y alguno que otro iba para tenor. O para porculero del barrio, según se mire.

Cuatro horas de viaje rodeado de la alegría de los niños… aunque la experiencia me sirvió para ver las diferencias básicas de comportamiento entre los noruegos y los españoles. La idea básica en España de tener niños consiste en soportarlos hasta que tengan la edad suficiente para que no quieran hablarte, pero los noruegos parecen sacados de las películas estas americanas pastelosas en las que las familias son felices y los pajaritos cantan y las nubes se levantan etc. etc. Vamos, que eso en vez de un avión era un jardín de infancia, porque a lo que no jugaran la docena de niños ahí presentes junto con los padres en plan atento y feliz con su cuarto hijo como si fuera el primero es que no lo habían inventado aun.

Para abstraerme un poco de la situación y con la idea en la cabeza de que dormir ahí iba a ser totalmente imposible, me puse a leerme la guía del estudiante de Bergen que debería haberme leído como uno o dos meses antes. Me dio para cosa de dos horas de lectura y un dolor de cabeza para otra hora.

Cuando por fin había medio aceptado las dificultades que encontré durante la semana de preparación (y el mes anterior) al viaje a Noruega, ahora tenía conocimiento además de todos los papeles que iba a tener que mover durante las dos primeras semanas en Noruega y el dinero que me iba a dejar en mi estancia aquí. En realidad solo fue una idea aproximada, ya que ahora mismo no soy capaz de nombrar ni cuatro palabras de las que leí en la dichosa guía, pero la idea básica decía “uuuuuuh que chungo!”.

Por lo menos me pude quitar las penas comiendo un bocata de chorizo que llevaba en la mochila. Que bonito es relajarse en un avión.

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