miércoles, 23 de julio de 2008

23-07-08: El final del camino.

Tres semanas después de volver al “mundo real” y tras enfrentarme al caos administrativo en diferentes formas, buscar piso desesperadamente, hacerme un plan de estudios cara a septiembre, echar mucho de menos Noruega y la gente que he conocido allí, prometerme a mi mismo que visitaré a toda la gente que pueda el año que viene para volver a reírnos juntos otra vez, ayudar en mi casa con las mil y una tareas que me esperaban a la vuelta (qué simpáticos) y blasfemar unas cuantas miles de veces (hacía mucho que no veía la tele) llegó por fin el momento de dar punto y final a este blog, no sin un cierto pesar.


Es en el momento de terminar la “obra” de uno cuando las dudas te asaltan y empiezas a arrepentirte: “debería haber contado aquella historia” o “escribí sobre aquello de forma muy vaga”, o tal vez “me he pasado muchísimo dando detalles de algo sin ninguna importancia”. La verdad es que me habría gustado escribir más historias, todas ellas tan detalladas como en las primeras entradas, y sé que hay gente que también lo habría preferido así, pero desgraciadamente me ha sido imposible mantener ese ritmo por una sencilla razón: mi tren de vida.

Las primeras historias las escribí cuando apenas conocía a nadie, no tenía dinero para gastar (mis famosas aventuras con la tarjeta de crédito), no tenía apenas trabajos con los que pelearme y las razones para salir de mi cuarto a ver el mundo exterior eran más bien escasas. A medida que esas condiciones fueron desapareciendo me encontré con que empleaba más tiempo de mi vida en vivir que en escribir sobre cómo estaba viviendo, lo cual no me pareció malo en absoluto (aunque los trabajos con los que pelearme no me hicieron demasiada gracia); si bien no quedé muy satisfecho con entradas que publiqué rápidamente y en gran medida por no dejar el blog tirado, cosa que al final ha acabado ocurriendo la mayor parte del tiempo.


Después de un tiempo y tras hablar con gente que planeaba ir a Noruega de Erasmus en este próximo curso (o no) decidí hacer más hincapié en mis numerosas meteduras de pata en tierras nórdicas a modo de advertencia dirigida a los nuevos “aventureros”. Recuerdo que cuando escogí el nombre y la URL del blog mi idea era que los Erasmus éramos algo así como una plaga que se esparcía por Europa, o al menos así nos verían muchos. A medida que escribía acerca de los problemas que encontraba en el día a día llegué a pensar que el título había sido algo profético: de alguna forma intuí que este año lo iba a pasar bastante mal mientras decidía el dichoso título. Afortunadamente al final del viaje puedo decir que en el fondo lo he pasado muy bien.


Aunque no puedo afirmar que este blog sirva ni mucho menos como guía de viaje, menos aún siendo un servidor de los que menos turismo se ha podido permitir durante el curso, si alguien ha encontrado útil leer acerca de mis desventuras varias me sentiré enormemente satisfecho (y mi ego posiblemente más aún). Si a pesar de no haberle encontrado utilidad, al menos he conseguido que alguien esboce una sonrisa leyendo mis torpezas, este blog no habrá sido escrito para nada. Si le debo una disculpa a alguien por algo que he escrito, o peor, por algo que no he escrito, ya que tienen que haber cientos de historias que se han quedado en el tintero, créame que lo siento mucho. Y si alguien ha tenido la paciencia para leerse mis desvaríos, que tenga por seguro que le estoy muy agradecido.


Un abrazo y hasta siempre.


Jonatan.

viernes, 18 de julio de 2008

18-07-08: ¿La gran odisea? (al fin contada)

Si hay una cosa que no puede faltar cuando vas a estudiar al extranjero, eso es el turismo. Algunos pensarán que el hecho de estar en un país extranjero ya es suficiente turismo, otros en cambio serán más de la opinión de que, ya que estás lejos, ¿por qué no ir un poco más allá? Al fin y al cabo estás un poco más cerca de esos sitios que normalmente están tan lejos que ni te planteas ir. Después de dos cuatrimestres viendo cómo gente afiliada a esta segunda filosofía exploraba todo lo que podía de Europa mientras yo me quedaba atrás (normalmente con algún examen o trabajo pendiente o en medio de mi particular crisis económica), la fortuna me ofreció una última oportunidad para que al volver a casa tuviese algo que contar, aunque fuese un mes después y a través de la entrada de un blog.

Marla y Amaya llevaban planeando realizar una mini-expedición hasta Rovaniemi para ver a Santa Claus (o Papá Noel o como cada uno le quiera llamar) desde el día en el que, en medio de un viaje hacia (si no recuerdo mal) el Cabo Norte se les dio la opción a escoger entre ir a ver al "auténtico" Santa Claus (o al menos el "oficial") o ir a ver al Santa Claus más feo del mundo (y no es mi opinión, se lo vendieron así) que les pillaba más cerca. Creo que es fácil deducir lo que escogieron en ese momento, así como lo satisfechas que quedaron con su decisión.


Siguiendo el viejo dicho de "cuantos más seamos, más nos reiremos", me animaron a unirme a la aventura, lo que me llevó a sopesar qué estaba en peor estado: mi situación económica o mi situación turística. La primera, para variar, no pasaba por un buen momento, sobre todo ahora que sin razón aparente era incapaz de sacar dinero de los bancos noruegos. La segunda sin embargo, se encontraba desde hacía tiempo en números rojos. Por suerte o por desgracia, lo único que podía mejorar era mi situación turística, así que con ayuda de la generosidad de Marla (y muchos quebraderos de cabeza con tarjetas de crédito varias) me las apañé para pagar los gastos del viaje.


Hago un pequeño inciso aquí para hacer una advertencia a todos aquellos que hayan oído hablar del InterRail, que viene a ser como una tarifa plana de trenes para viajar por Europa, con la coletilla "se compra por internet". NO COMPREIS BILLETES DE INTERRAIL POR INTERNET. Se pueden comprar perfectamente en la estación de trenes, salen más baratos y te los dan en el acto. Si compráis un billete por internet os saldrá hasta 40 euros más caro y muy posiblemente no os llegue a tiempo (si es que llega) porque lo tienen que mandar por correo ordinario (y después os reiréis muchísimo con las condiciones que ponen para rembolsar el dinero del billete... que curiosamente no pueden encontrarse en la página web buscando de forma normal). A los señores que llevan este "servicio" en la red (por no llamarlo de otra manera) les quiero mandar algo remotamente parecido a un saludo pero con menos dedos en la mano y darles las gracias por todas las molestias que me han causado. Muy amables.


*ejem*


Como iba diciendo, finalmente conseguí mi oportunidad para explorar Escandinavia, ya que aunque el principal objetivo del viaje era llegar a Rovaniemi en Finlandia, íbamos a seguir una ruta de trenes y autobuses que nos llevaría por el norte de Noruega, varias ciudades de Suecia (no pisamos Estocolmo por desgracia) y Finlandia. Después de Rovaniemi y ya que estábamos cerca, nuestra ruta nos llevaría hasta Helsinki (la capital de Finlandia) y desde allí hasta Tallinn, capital de Estonia (y de vuelta a Noruega en avión). Todo eso en apenas 8 días.


Aunque el itinerario daba poco tiempo para disfrutar de ninguna parte e íbamos a tener que dormir en trenes e incluso un aeropuerto, resultó lo suficientemente atractivo para Eva, una muchacha de la República Checa que se encontraba más o menos en mi misma situación turística.


Habría resultado mucho menos problemático si lo hubiese encontrado atractivo antes de los tres días previos a nuestra partida, pero las aventuras se hacen con los límites de tiempo muy apretados y muchas condiciones adversas después de todo. Así que después de tratar con los cambios de última hora a toda velocidad, llenar un par de maletas con lo justo, lo indispensable y dos secadores de pelo, mas unas mochilas cargadas de documentos y provisiones dietéticas y no tan dietéticas, el 12 de Junio dos españolas, una checa y un tipo que no se sabía bien de dónde era, ya que maldecía en 4 idiomas distintos por teléfono a un pobre empleado sin culpa ninguna de pertenecer a una dudosa empresa que vendía billetes de InterRail por internet, llegaron a la estación de trenes de Bergen en Noruega dispuestos a coger un tren para el cual no habían hecho reserva de asiento y que marcaría el principio (si es que no había empezado ya) de una aventura. Y sólo dos de ellos tenían billete.


Ahora que ha pasado casi un mes de aquello, recordar todos los detalles del viaje se me hace bastante difícil incluso echando un vistazo a todas las fotos que sacamos y al itinerario de trenes y autobuses elaborado cuidadosamente por Marla y Amaya sin el cual el viaje habría sido... bueno, no habría sido (gracias chicas).


Así mismo, recordar todo lo que dio de sí cada uno de los trenes en los que estuvimos no resulta nada fácil, aunque hay un detalle común a todos los viajes en tren que hicimos: los revisores. Como ya habré dejado entrever un par de veces, dos de nosotros no tenían billete porque no les llegó a tiempo. La solución que se adoptó fue la del comprador indignado, consistente en imprimir las facturas de los billetes comprados y explicar a los revisores de cada viaje nuestra desesperada situación con cara de extrema inocencia. Las reacciones fueron de lo más variopinto, desde el revisor que mira la factura y la acepta sin decir ni una palabra hasta el que te llama sinvergüenza en la cara y no te echa a patadas del tren por educación, pasando por el revisor insensible que simplemente no te lo acepta y te hace pagar el viaje.


Algunos otros detalles graciosos o interesantes que puedo recordar de las muchas horas que pasamos en diferentes trenes pueden ser:


- Cuando tardamos casi media hora en descubrir que el "cojín plastificado" que nos habían puesto en los asientos del tren nocturno era en realidad una bolsa con una manta, un antifaz y una almohadilla hinchable para dormir.


- Cuando uno de los trenes hizo una parada en una estación llamada Hell (Infierno en inglés) y empezamos a intercambiar miradas de estupefacción.


- Cuando descubrimos que Amaya duerme sin cerrar completamente los ojos y nos dedicamos a fotografiarla dormida.


- Cuando se nos ocurrió improvisar un pequeño juego de rol con algunas reglas básicas y empleamos todo el viaje en discutir cómo queríamos que fuesen los personajes.


- Cuando subimos al tren rumbo a Helsinki y una vez sentados y en marcha Amaya preguntó "¿Este es el tren que va a Helsinki?".


Gracias a dios, no sólo de trenes vive el aventurero: también hay que albergarse en hoteles, hostales y demás lugares con tejado. Nosotros en concreto usamos cuatro sitios de ese tipo: el hotel Scandic de Ornskoldsvic (Suecia), un Bed & Breakfast en Rovaniemi (algo así como la casa de invitados en el jardín de una casa finlandesa), el hostal Satakuntatalo en Helsinki (en realidad es Satakunta, el -talo significa edificio, pero me hace mucha gracia el nombre completo) y el aeropuerto de Oslo.


Casualmente, de los cuatro sitios el que más problemas nos dió fue el hotel, más que nada porque intentamos ser ahorrativos. Queríamos alquilar una habitación doble con una cama supletoria para un tercero y apañarnos para dormir cuatro personas, pero cuando llegamos nos encontramos con que la habitación parecía más bien individual. Desarmando un poco el cuarto conseguimos hacer sitio para dormir cuatro personas, aunque Amaya, trabajadora del Scandic de Bergen, puso a parir al menos a la mitad de los trabajadores de la cadena Scandic y sus familias. Toda esa mala sangre se olvidó a la mañana siguiente cuando pudimos disfrutar de un buffet que parecía no acabar nunca a la hora del desayuno.


El Bed & Breakfast fue el mejor a mi parecer. Una cabaña acogedora de una familia joven con dos niños pequeños equipada con cocina, varias camas amplias muy cómodas (y literas con cortinitas), baño con sauna y desayuno servido en cesta mientras en la tele echaban "Los Serrano" subtitulado al finlandés. Lástima que sólo pudiésemos pasar una noche allí.


Después de los dos sitios anteriores, el hostal de Helsinki apenas destacaba por ser más amplio, aunque cumplía con su cometido. Los comentarios acerca de dormir en el aeropuerto de Oslo sobran completamente.


Pasando a aspectos más turísticos del viaje, tengo que decir que en cuanto a paisajes ninguno de los sitios que visitamos podía hacerle sombra a lo que podía verse en Noruega. Cuando subíamos hacia el norte, mirar por la ventana del tren era un espectáculo de montañas, valles, lagos helados, fiordos...


pero todo eso se acaba una vez que entras en Suecia. Si bien es cierto que tienen bosques frondosos y bastantes lagos, el paisaje es completamente plano y aburrido, salvo cuando encuentras una zona de bosque talada y empiezas a especular acerca de cuánto bosque de Suecia pertenece al Ikea. Nuestro paso de Suecia a Finlandia fue incluso más decepcionante: cruzamos una frontera inexistente a pie a través de un paso en obras que parecía un pedregal sobre un supuesto río que parecía seco.


Más adelante pudimos ver que Finlandia era como Suecia, solo que con menos lagos, y como apenas pasamos un mediodía y una tarde en Estonia no nos dio tiempo a ver paisajes para comparar.


Pero no habíamos hecho el viaje para ver paisajes, sino para ver a Santa Claus. Una vez en Rovaniemi, tras pasar la noche en el B&B y perder el autobús que llevaba al Napapiiri (Círculo Polar Artico en finés) en Lapland (que en español viene a significar "Regazolandia"), lugar al borde del círculo polar ártico donde se supone que vive Santa Claus, nos comunicamos prácticamente por señas con un taxista para que nos llevase al lugar de marras. Por lo visto las nuevas generaciones hablan muy buen inglés, pero los más mayores no tuvieron mucha suerte en su educación, lo cual a veces nos dio algún que otro susto cuando por ejemplo el taxista nos dijo que nos iba a cobrar 18 euros pronunciando el 18 como un 80. Cuando llegamos a la aldea de Santa Claus (y tras hacer un poco el turista japonés con la línea del círculo polar ártico) constatamos lo que sospechábamos desde un principio: la aldea de Santa Claus era un negocio turístico mayor de lo que podría ser disneylandia, por ejemplo (como diría alguno que otro: un sacacuartos), con una única atracción que era la visita a Santa Claus con algo de escenario montado para ilusionar a los niños y cientos de tiendas de recuerdos. Al menos Santa sabía idiomas y tenía una colección de fotos con muchas personalidades, entre ellas destacando la foto que tenía con el héroe local y sus amigos.


El héroe local no es ni más ni menos que Mr. Lordi, cantante principal del grupo heavy Lordi, que aumentó exponencialmente su fama al ganar el Eurovisión de hace un par de años. Tan famoso se hizo que en Rovaniemi, su ciudad natal, cambiaron el nombre de la principal plaza de la ciudad a Plaza de Lordi, donde el grupo dejo las huellas de sus monstruosas manos al más puro estilo holliwoodiense (solo que en vez de en el suelo, las huellas están en una columna).


Naturalmente la cosa no se quedó ahí: Mr. Lordi abrió un restaurante llamado Lordi's Rocktaurant de comida rápida (más o menos) con bar heavy incluido, todo decorado al gusto de la banda con contribuciones de otros grupos como KISS.


Los que hayan visto alguna vez al grupo imaginarán cómo pueden ser sus gustos en decoración. Así que ni cortos ni perezosos, tras decir adiós al bueno de Santa nos dirigimos a comer en la casa del terror que había montado nuestro amigo el metalero para luego disfrutar de una sesión de fotos con unos cuantos viejos conocidos del cine, entre otras cosas.


Fuera de todo el asunto de Santa Claus y Lordi, lo más que uno podía ver en plan turista (sin pagar un duro) eran las iglesias, catedrales y demás edificios religiosos que hay a puñados vayas donde vayas y que a mí al menos no me llaman la atención (bueno, y algún que otro museo, que siempre es interesante). Algunas ciudades eran realmente bonitas como Trondheim en el norte de Noruega (aunque apenas tuvimos una hora para visitarla), otras realmente grandes como Helsinki, pero la que más me gusto visitar fue Tallinn, la ciudad de las mil torres. Tuvimos una tarde para visitarla, así que fuimos directamente a la ciudad vieja (o el casco histórico, como se le quiera llamar), donde se conservaban no solo las iglesias y plazas como en el siglo XV, sino que el lugar estaba ambientado como en aquella época: chicas vestidas de cortesanas, verdugos por las calles, tiendas de artesanía de la época de la liga hanseática...


Pero supongo que realmente lo que valió la pena del viaje fue ir a la aventura con gente estupenda para recordar con cariño las cosas buenas, reírnos de las malas y hacer alguna que otra locura para después contarla orgullosos. Son estas experiencias y no los extraños monumentos, las antiguas iglesias, los bellos paisajes o los museos llamativos, lo que uno atesora con mayor cuidado en su memoria. Porque esos momentos los pase con vosotras.







A mis queridas compañeras de viaje: muchas gracias, sois las mejores.